A lo largo de mi vida he notado una constante (entre muchas otras, claro), y es que no hay persona más delicada que aquella que adora jugarse pesado.
Este tipo de personas que disfrutan enormemente llevar la voz cantante a la hora de hacerse el gracioso a costillas ajenas diciendo sandeces y cosas realmente desagradables que sólo le hacen gracia a esa persona, es justamente la persona que no tolera la más mínima referencia a su persona y que reacciona con lujo de aspavientos cuando alguien osa retornarle la moneda.
He de confesar que si bien procuro sobrellevar ese tipo de bromas con ligereza y procuro tener una muy precisa conciencia de dónde se ubica la frontera entre una broma sana y una pesada, a la hora de dar el raquetazo para regresar la pelota, puede que sea un poco más permisiva en cuanto a esa misma frontera se refiere; algunas veces no sin algún remordimiento al ver que el bromista inicial no tiene tanta elegancia para encajar el golpe.
Sin embargo, debo reconocer que remordimiento de por medio y todo, no puedo evitar el repetirme esa frase tan genérica, fungible y comodín que puede ser utilizada para millones de situaciones por igual (a veces justa, otras injustamente): él se lo buscó. No estoy muy segura de bajo cuál letra debería archivar esa actitud, si por la V de vengativa, la M de mezquindad o la I de inmadurez. Pero bueh, sin ánimos de justificarme... qué caray! Yo también soy humana.
Todos tenemos defectos y virtudes, pero con un poco de criterio y autoreflexión, está clarísimo que las personas delicadas no pueden permitirse el lujo de ser "juguetonas". Será que algún día se dan cuenta???