jueves, noviembre 11, 2004

Descubrimiento



Esa carita sonriente que me mira inquisitiva. ¿Qué dicen esos ojos pícaros que con sorna me vigilan? Parecen esperar una respuesta que no llega. Me pregunto si esa respuesta ha de revelarse a mí en algún momento. Todo el conocimiento del universo está escondido en esa mirada juguetona, expectante. “Vuelve a mirar”, me dice con candor infantil. Es la emoción de una niña que juega a las escondidas esperando deseosa ser encontrada. La emoción contenida, la excitación del juego, la ilusión de lo inesperado, la anticipación, el temor y la sorpresa. Es una carita infantil con ojos de sabiduría arcana. La inocencia, la candidez, la placidez, el descubrimiento de lo obvio, el coqueteo y la humorada; a veces tristeza, a veces palabras. Ahora es alegría, sueños y esperanzas. Luego remembranzas, temores y templanza. Ella es paz y alevosía, paciencia e imprudencia, rudeza y ambrosía. Ideas argentas que iluminan esas pupilas, no abandonen, no cejen, perseveren en su existencia. Luz desde dentro, tibieza infinita, suavidad eterna de áureo brillo. Esa carita me mira y de mí todo espera; me conoce, me busca, me encuentra, me conforta.
Esa carita inolvidable...

Guerra a muerte al fatalismo!



Qué es un imposible? Quién decide qué es posible y qué no lo es? Acaso hay una fuerza superior cuya función y tarea es decirnos cuándo debemos aspirar a algo y si debemos o no luchar para conseguirlo?
Siempre hay quien asume con resignación la imposiblidad de una situación. Yo no; yo no creo en bajar los brazos, no creo en rendirme antes de empezar a luchar. Yo voto por la perseverancia, la confianza, la insistencia y la terquedad. Difícil? Probablemente sí. Imposible? me niego!
Las metas se alcanzan a fuerza de constancia. La mayoría de las veces la lucha se hace cuesta arriba, pero al final llegamos a la cima. Y no hay más dulce victoria que aquella en la que nadie creía. No hay mejor aroma que el de nuestra meta acercándose tibia y tímida a nuestras manos hasta ponerse a nuestro alcance. Ese primer chispazo, el preciso instante en que nos damos cuenta que con un esfuerzo extra conseguiremos lo que tanto ansiamos. No hay ojos más brillantes y risa más musical que aquellas que nos envuelven cuando nos sabemos vencedores.
A fuerza de querer y creer se llega. Se vale descansar, pero se prohibe claudicar.
Vas a arrugar????

domingo, noviembre 07, 2004

Para atrás... ni para tomar impulso!!



A veces se toman decisiones que luego se cuestionan...
Con frecuencia decidimos tomar algún rumbo de acción en una absoluta e inflexible convicción que hacemos lo correcto. Después de todo, esa decisión no es más que el resultado lógico de un largo proceso de análisis en el que intentamos no dejar por fuera ninguna variable. Así que, por qué dudar?
La respuesta es sencilla: cuando tomamos decisiones, por lo general, renunciamos a algo y asumimos otras cosas o situaciones nuevas. Y es allí donde la mente nos juega sucio. Comenzamos a recordar las ventajas de la situación anterior, y como por arte de magia, las circunstancias adversas se van diluyendo en el tiempo, se tornan lejanas, pequeñas, insignificantes y absurdas, hasta que llegan a parecer una fugaz impresión de algo que no existió en lugar de la palpable causa primigenia de la decisión tomada.
El truco está en no dejarnos seducir por ese espejismo de error. No es fácil recoger los pedazos y recomenzar a partir de escombros abandonados. La consigna es la firmeza.
Una vez que retrocedes echas por tierra todo lo que hayas logrado avanzar, retomas cosas obsoletas en nombre de un recuerdo manipulado y pronto ese desvaído recuerdo toma vida para hacer patente con insólita crueldad por qué, en primer lugar, habías tomado aquella decisión.
Esta lucha por no rendirse a la tentación es encarnizada, insólita, agotadora, peligrosa... la peor lucha de todas, la más titánica. Por qué? Pues por la sencilla razón que el oponente en esa lucha somos nosotros mismos.
En ocasiones somos afortunados y aún sin retroceder vislumbramos el espectro en sus colores originales. De nuevo todo tiene sentido, todo ajusta perfectamente, recuperamos la memoria y rectificamos a tiempo. La nostalgia siempre está presente, escapa de nuestras manos el dejarla a un lado. Pero es nuestra la facultad de decidir si la acompañamos de sentido común o de necedad.
Mis más fervientes plegarias se elevan porque mi nostalgia esté siempre bien acompañada...